lunes, 29 de julio de 2013

LA MARQUESA DE MONTEHERMOSO Y LA BATALLA DEL AÑO 13

En 1813, la capital de Alava se hará celebre por dos cosas: por una mujer y por una batalla. La mujer era la Marquesa de Montehermoso, que se llamaba María del Pilar Acedo y Sarriá, y era tan culta como atrayente.(1)
Esta mujer, ¿tuvo que ver con la batalla?. De Bussy, en su "Diario de campaña" del año 1823, dedica un recuerdo a la Marquesa de Montehermoso, "cuya belleza -dice- fué tan fatal a  Francia. El rey José estaba perdidamente enamorado de ella; en lugar de ocuparse de la retirada, se olvidó en los brazos de esta mjer; permaneció un día más en Vitoria y permitió a ingleses y españoles reunidos sorprender a nuestro ejercito".
De la batalla se ha dicho tanto que diré solamente dos cosas menos conocidas. La primera, que el genio de Beethoven dedicó a esta jornada histórica una de sus composiciones musicales. La segunda, que durante la huida de los franceses, cuando la caballería inglesa consiguió apoderarse de más de 150 cañones y de más de 1500 carruajes cargado con el oro y las joyas robados en España por el invasor, hubo momentos en que los combatientes dejaron de agredirse para robar. "Se vió a ingleses y franceses meter mano a la vez en el mismo tesoro" -dice Blazé. Y otro autor cuenta: "Sobre los furgones del tesoro cayó una avalancha de soldados ingleses, españoles, portugueses y franceses, que se precipitaron a robar sin hacerse el menor daño".(2)
Alguna vez he pensado en la coincidencia de que siendo Vitoria plaza aduanera, donde todos los géneros extranjeros pagaban a su entrada en España, fuese en los campos de Vitoria, donde al ex-rey José le confiscaron su valioso equipaje. En este trance hicieron de aduaneros los ejércitos anglo-españoles.
Esto de pagar a la salida me recuerda la caricatura patriótica que, según Mesonero Romanos, corría por España en aquel tiempo, y que parece hecha con vistas a la batalla de Vitoria. La estampa representaba a un aduanero, mezcla de soldado y contrabandista, que, armado de trabuco, fumaba un cigarro al pie de un peñascal sobre el que se leía "Roncesvalles". Un soldado francés se acerca al aduanero y, echando mano a su bolsillo, le pregunta en gabacho:
-"Señor, ¿cuánto es la entrada?"
Yel del trabuco, aludiendo a la derrota de Carlomagno, le responde:
-"Compadre, aquí no se paga la "entrá"; lo que se paga es la "saliá"".
El botín de oro, joyas y obras artísticas que quedó abandonado en los campos próximos a Vitoria fué incalculable.
¿Se aprovecharon de ello los habitantes de la Llanada y los vitorianos? Se dijo mucho por entonces, y siguió repitiéndose, que "Vitoria, antes pobre y miserable -mentira-se hizó rica y opulenta con los tesoros de toda España que los franceses dejaron esparcidos por su campo"(3).
El historiador vitoriano don Ladislao de Velasco se alza indignado contra la calumnia: "De haber sido robos y enriquecimientos ya se hubiera sabido. El oro y las riquezas no se ocultan tan fácilmente, sobre todo en los pueblos. Se hubiese señalado a los ladrones y enriquecidos". Y, a propósito de esto, nos cuenta que entre los mil objetos abandonados figuraban los arreos de montura del mariscal Jourdán. Eran magníficos; de terciopelo grana con bordados de oro. Vitoria se los apropió, y eran utilizados anualmente para adornar con ellos el caballo en el que el Síndico municipal asistió, hasta el año 1840, a la ceremonia de la Carta al Zadorra. He aquí un caso de enriquecimiento. Con aquellas lujosas gualdrapas los vitorianos enriquecieron su tradición y Alava su folklore.
Sacado del libro "Vitoria y los viajeros del siglo romántico" de Jose Maria Iribarren. Caja de Ahorros y Monte de Piedad de la Ciudad de Vitoria, 1950
(1)Doña María del Pilar Acedo y Sarriá, Marquesa consorte de Montehermoso, y por su derecho Condesa de Echauz y de Vado, era, cuando la conoció José Bonaparte, una otoñal en el apogeo de su belleza y de su encanto.
Thiebault, que en el año 1802 estuvo en Vitoria y fue huésped de los Montehermoso refiere en sus Memoires (tomo III, pág 259) que halló muy coqueta a la marquesa. En 1808 pudo confirmar esta opinión en un baile que ella ofreció para festejar la llegada de Thiebault (y quizá de Junot) a casa del tio de la marquesa (Memoires, tomo IV, pág 135).
(2)Sebastián Blaze, farmacéutico del Ejército francés, en su libro Memoires d´un aphoticaire sur la guerre d´Espagne, describe brevemente la batalla de Vitoria, a la que asistió. Habla del momento en que la caballería inglesa les alcanzó al galope y se apoderó de un parque de 150 cañones y de más de 2000 carruajes de toda clase que los franceses trataban de salvar.
(3)Don Francisco de Paula Mellado, autor del libro "Recuerdos de un viaje por España" (Madrid, 1849) recoge la opinión de un escritor que dice la frase.

lunes, 15 de julio de 2013

VITORIA 1897 (ESCRITO POR RICHARD FORD EN "A HANDBOOK FOR TRAVELLERS")

Pasando Salvatierra, el ferrocarril atraviesa las llanuras de Alava hasta la estación de Vitoria (27500 habitantes y 1730 pies). Esta industriosa ciudad es la capital de la provincia vasca de Alava y está dividida en parte vieja y nueva, o zona alta y baja. La primera, llamada el Campillo, o Villa Suso, en el lado norte, con sus murallas medievales, calles oscuras y tortuosas y curiosas mansiones antiguas, contrasta con la parte moderna del sur, dispuesta en avenidas rectas y plazas con arcos esbeltos.
La catedral de Santa María, al extremo norte de la ciudad vieja, data de 1150. Sus arcos góticos y sus galerias son elegantes, pero, desgraciadamente el coro obstruye la nave. En la capilla de Santiago hay varios sepulcros bien labrados y en la sacristia se encuentra una Piedad atribuida a Murillo. Esta iglesia fue elevada por Isabel II a la dignidad de catedral, en 1862, siendo sufragánea de Burgos.
San Miguel, en la unión de la parte vieja y nueva, fue erigida en el siglo XII y contiene un excelente retablo de madera tallada, imitando bronce, por Gregorio Henández.
San Pedro, fuera de la parte oeste de la ciudad alta, tiene una hermosa portada y algunos sepulcros interesantes.
La fachada clásica del Hospicio, que se encuentra también fuera de la parte vieja, al este, fue diseñada por el fraile capuchino Lorenzo Jordanes y bien merece una visita.
Al sur de la estación del ferrocarril se encuentra el inmenso monasterio de las Salesas, construido en 1880. Es colegiata y su fábrica sigue el estilo del siglo XIII.
El convento de la Concepción tiene dos retablos curiosos.
Vitoria tiene industria de gafas, coches, cerámica de barro, sillas y peines, y en ella se encuentra el Cuartel General del Comandante en jefe de las provincias vascongadas.
Paseos. La Plaza Nueva, con soportales, fue construida en 1791 de acuerdo con los planos de Justo Antonio de Olaguibel, según el modelo de la famosa y renombrada plaza de Salamanca. Destaca en la plaza alavesa la Casa Consistorial, con una hermosa escalera y portada. Los alrededores de la ciudad tienen abundancia de arboledas umbrosas, de las que las más importantes son La Florida y El Pardo.
La primera, situada entre el ferrocarril y la ciudad, está rodeada por hermosa barandilla de hierro y adornada con jardines, bancos y fuentes. Desde aquí, un paseo, llamado el Paseo de la Estación, lleva, bajo el ferrocarril, al barrio del Prado, sembrado de césped y bordeado por largas avenidas de castaños y álamos. En este lugar suelen reunirse, los domingos y días festivos, las clases populares vascas y ejecutan sus típicas danzas nacionales.
El nombre de Vitoria, deriva de Beturia, vocablo vasco que significa elevación, y tiene por armas un castillo sostenido por dos leones.
Ruta 34- Vitoria-Bilbao. Ferrocarril y carretera.
Cerca de Gamarra el rio Zadorra está cruzado por un puente de ocho arcos, en dirección a Villarreal de Alava (9 millas). Este pueblo, que está rodeado por montes y bosques de pinos, se encuentra emplazado en el centro de un distrito importante por el número de sus fuentes sulfurosas; la más conocida es la de Aramayona, unas 7 millas a la derecha.
Vitoria.-Hoteles:
Pallares, Plaza de Bilbao, 9
Larrea, Calle del Prado,7; ambos limpios; 30 reales al día.
Viuda de Peña, Plaza de Bilbao, 7; excelente y más barato.
Quintanilla, Calle de la Estación, 27; bueno
Cafés:
Suizo, Calle de la Estación; bueno.
De la Paz, Plaza Nueva.
Oficinas de Correos y Telégrafos:
Calle de la Estación, 6 y 39
Sacado del libro "Viajeros ingleses del siglo XIX" de Rosa Maria Sillaurren y Jose Miguel Santamaria, con recopilación de textos de Julio Cesar Santoyo. Biblioteca Alavesa "Luis de Ajuria" 1978.