sábado, 30 de noviembre de 2013

LA QUINTINA

La casa que en la calle de la Herrería se distingue ahora con el nombre de la "Torre de doña Ochanda" era conocida hasta el año 1971, en el que culminaron las obras de reconstrucción, con el nombre de "Casa de la Quintina", por el de la que la ocupó.
Quintina Escoriaza, que se casó con Antonio Anchia, que era carpintero, fue a ocupar el año 1847 la casa, que se la había ofrecido el mayordomo de la familia Velasco, a la que pertenecía. La siguieron ocupando sus descendientes, hasta cinco generaciones y el año 1962.
A la Quintina sucedió su hija Maria Anchieta, que se había casado con Leandro Ibargoitia "El Gordico", hijo de un marinero de Lequeitio. Pesaba aquel 182 kilos y fue el que estableció el molino de San Ildefonso.
De ellos fue hijo, entre otros, Telmo que, hasta el desalojo de la casa para su restauración mantuvo en la parte que da a la calle de la Fundadora de las Siervas de Jesús, el pequeño establecimiento, destinado a venta de comestibles y bar, mientras que en el portal que daba a la Herrería tenía un puesto de verduras Micaela, casada con Agustín Ibargoitia.
En la casa de la Quintina solían alojarse, utilizando las cuadras para las caballerías, muchas de las gentes que venían de las aldeas para concurrir al mercado.
En principio la casa se hallaba comunicada de una a otra calle, y dicen que la aprovechaban los contrabandistas para burlar la aduana, situada en sus proximidades.
Información sacada del libro "Mujeres alavesas" de Venancio del Val. 1987

jueves, 17 de octubre de 2013

CLEMENTE ARRAIZ


Clemente Arraiz Inchaurregui, nace en el primer piso del número cuarenta y dos de la Calle Pintorería, el 1 de agosto de 1873. La casa se situa en el lugar que ocupa la capilla dedicada a San Pedro de Osma. Era hijo de Clemente Arraiz, de profesión zapatero y de Felipa Inchaurregui. El matrimonio tuvo siete hijos, uno de los cuales, Bernabé, estudió canto en Milán y llegó a actuar junto a Maria Barrientos por toda la geografía española.
Clemente Arraiz, el pintor, se caso con Jesusa Ibarra. Ambos tuvieron tres hijos, uno de ellos, Jesús, realizó las pinturas murales del palacio de Ajuria-Enea, halladas en 1997 y se instaló en Bilbao donde hizó numerosas obras de caballete y los murales de algunas fachadas que se conservan en Bilbao. Otro, Felipe, fijó su residencia en Vigo, motivo por el cual Clemente Arraiz pasó largas temporadas en la ciudad gallega, justo en el momento en que el artista retoma su actividad pictórica de la segunda etapa. De 1944 y 1945 son los paisajes de El Grove, prácticamente los únicos que pintó en su reencuentro con la pintura, ya que, pensando que el paisaje debía de realizarse ante el natural y puesto que se sentía mayor para tales menesteres, se dedicó a pintar temas florales. Por último, su hija Marichu, que vivió con él toda la vida.
En Galicia la obra de Clemente Arraiz adquiere su perfil definitivo y su estilo característico. El hecho es significativo porque, a pesar del cambio generacional que ya se ha producido en la pintura alavesa, él, en los años 40, retoma una tradición que se remontaba al siglo XIX. Su pintura desde los aspectos temático y técnico, continua anclada en el impresionismo, bien es verdad que los treinta años transcurridos desde sus últimas pinceladas demuestran que se han modificado las preocupaciones estéticas. El cromatismo esplendoroso de sus cuadros actuales vibra con toda intensidad y la luz es tan rutilante como cambiante, merced a la gozosa satisfacción que siente al pintar.
En Vitoria, con la ayuda de su experiencia y trabajando sin tregua, sin distraerse, logra una pintura rica, sugestiva e intemporal. La elegancia de las flores que, muy de mañana adquiere en la florístería de la calle General Álava, son el vehículo que demuestra su faceta de gran conocedor de los medios expresivos. Clemente Arraiz ya no presenta esa trascendencia sentimental, grave y melancólica de la pintura simplificada; es el nuevo romántico que ha encontrado cualidades reactivas y valientes a la labor del artista.
Madruga y de forma incansable pinta hasta el atardecer en su casa de la calle Olaguibel, sumido en la lucha por superar problemas y conquistar terrenos al fascinante tema floral. Uno de esos días, el 9 de noviembre de 1952, había cumplido su jornada firmando la última obra, hoy propiedad del Ayuntamiento de Vitoria. Abandonó sus pinceles y se dirigió a un restaurante de la calle Mateo Moraza, donde, mientras merendaba con sus amigos, le sobrevino un infarto mortal que terminó con su vida.
Vitoria entera lamentó la pérdida de tan entrañable pintor, pero, afortunadamente, del pintor queda el eco y el recuerdo en los cuadros que ha legado.
Sacado de un artículo de Jose Antonio García Díez para el folleto de la Exposición Homenaje que se celebró del 10 al 27 de enero de 1997 en el AULA DE CULTURA LUIS DE AJURIA en Vitoria-Gasteiz

viernes, 27 de septiembre de 2013

ASOCIACIÓN DE DONANTES DE SANGRE DE ALAVA ALDOSAN

En 1953 surgió la primera organización de Donantes de Sangre de Alava, aunque había gente que donaba sangre desde 1930.
El 20 de julio de 1953 en la Parroquia de San Miguel (Capilla de la Purísima Concepción) después de celebrar la misa D. Primitivo Prieto quedó constituida la primera Hermandad de Donantes de Sangre, con el nombre de "HERMANDAD DE LA PRECIOSÍSIMA SANGRE DE CRISTO". Asistieron unas cien personas.
Después de la misa y en una comida en el Hotel Jaureguí, quedó formada la comisión que debía regir los destinos de la Hermandad, la cual quedo constituida por D. Luis Sáez de Cortazar, D. Isaac Moraza, D. Primitivo Prieto -consiliario- y D. Anselmo Herrero. El Dr. D. Fernando Gómez fue nombrado Presidente de Honor, por haber sido sin ninguna duda el más eficiente valor de esta nueva Hermandad.
Sacado de la revista de la Asociación de Donantes de Sangre de Alava de este año 2013.

lunes, 29 de julio de 2013

LA MARQUESA DE MONTEHERMOSO Y LA BATALLA DEL AÑO 13

En 1813, la capital de Alava se hará celebre por dos cosas: por una mujer y por una batalla. La mujer era la Marquesa de Montehermoso, que se llamaba María del Pilar Acedo y Sarriá, y era tan culta como atrayente.(1)
Esta mujer, ¿tuvo que ver con la batalla?. De Bussy, en su "Diario de campaña" del año 1823, dedica un recuerdo a la Marquesa de Montehermoso, "cuya belleza -dice- fué tan fatal a  Francia. El rey José estaba perdidamente enamorado de ella; en lugar de ocuparse de la retirada, se olvidó en los brazos de esta mjer; permaneció un día más en Vitoria y permitió a ingleses y españoles reunidos sorprender a nuestro ejercito".
De la batalla se ha dicho tanto que diré solamente dos cosas menos conocidas. La primera, que el genio de Beethoven dedicó a esta jornada histórica una de sus composiciones musicales. La segunda, que durante la huida de los franceses, cuando la caballería inglesa consiguió apoderarse de más de 150 cañones y de más de 1500 carruajes cargado con el oro y las joyas robados en España por el invasor, hubo momentos en que los combatientes dejaron de agredirse para robar. "Se vió a ingleses y franceses meter mano a la vez en el mismo tesoro" -dice Blazé. Y otro autor cuenta: "Sobre los furgones del tesoro cayó una avalancha de soldados ingleses, españoles, portugueses y franceses, que se precipitaron a robar sin hacerse el menor daño".(2)
Alguna vez he pensado en la coincidencia de que siendo Vitoria plaza aduanera, donde todos los géneros extranjeros pagaban a su entrada en España, fuese en los campos de Vitoria, donde al ex-rey José le confiscaron su valioso equipaje. En este trance hicieron de aduaneros los ejércitos anglo-españoles.
Esto de pagar a la salida me recuerda la caricatura patriótica que, según Mesonero Romanos, corría por España en aquel tiempo, y que parece hecha con vistas a la batalla de Vitoria. La estampa representaba a un aduanero, mezcla de soldado y contrabandista, que, armado de trabuco, fumaba un cigarro al pie de un peñascal sobre el que se leía "Roncesvalles". Un soldado francés se acerca al aduanero y, echando mano a su bolsillo, le pregunta en gabacho:
-"Señor, ¿cuánto es la entrada?"
Yel del trabuco, aludiendo a la derrota de Carlomagno, le responde:
-"Compadre, aquí no se paga la "entrá"; lo que se paga es la "saliá"".
El botín de oro, joyas y obras artísticas que quedó abandonado en los campos próximos a Vitoria fué incalculable.
¿Se aprovecharon de ello los habitantes de la Llanada y los vitorianos? Se dijo mucho por entonces, y siguió repitiéndose, que "Vitoria, antes pobre y miserable -mentira-se hizó rica y opulenta con los tesoros de toda España que los franceses dejaron esparcidos por su campo"(3).
El historiador vitoriano don Ladislao de Velasco se alza indignado contra la calumnia: "De haber sido robos y enriquecimientos ya se hubiera sabido. El oro y las riquezas no se ocultan tan fácilmente, sobre todo en los pueblos. Se hubiese señalado a los ladrones y enriquecidos". Y, a propósito de esto, nos cuenta que entre los mil objetos abandonados figuraban los arreos de montura del mariscal Jourdán. Eran magníficos; de terciopelo grana con bordados de oro. Vitoria se los apropió, y eran utilizados anualmente para adornar con ellos el caballo en el que el Síndico municipal asistió, hasta el año 1840, a la ceremonia de la Carta al Zadorra. He aquí un caso de enriquecimiento. Con aquellas lujosas gualdrapas los vitorianos enriquecieron su tradición y Alava su folklore.
Sacado del libro "Vitoria y los viajeros del siglo romántico" de Jose Maria Iribarren. Caja de Ahorros y Monte de Piedad de la Ciudad de Vitoria, 1950
(1)Doña María del Pilar Acedo y Sarriá, Marquesa consorte de Montehermoso, y por su derecho Condesa de Echauz y de Vado, era, cuando la conoció José Bonaparte, una otoñal en el apogeo de su belleza y de su encanto.
Thiebault, que en el año 1802 estuvo en Vitoria y fue huésped de los Montehermoso refiere en sus Memoires (tomo III, pág 259) que halló muy coqueta a la marquesa. En 1808 pudo confirmar esta opinión en un baile que ella ofreció para festejar la llegada de Thiebault (y quizá de Junot) a casa del tio de la marquesa (Memoires, tomo IV, pág 135).
(2)Sebastián Blaze, farmacéutico del Ejército francés, en su libro Memoires d´un aphoticaire sur la guerre d´Espagne, describe brevemente la batalla de Vitoria, a la que asistió. Habla del momento en que la caballería inglesa les alcanzó al galope y se apoderó de un parque de 150 cañones y de más de 2000 carruajes de toda clase que los franceses trataban de salvar.
(3)Don Francisco de Paula Mellado, autor del libro "Recuerdos de un viaje por España" (Madrid, 1849) recoge la opinión de un escritor que dice la frase.

lunes, 15 de julio de 2013

VITORIA 1897 (ESCRITO POR RICHARD FORD EN "A HANDBOOK FOR TRAVELLERS")

Pasando Salvatierra, el ferrocarril atraviesa las llanuras de Alava hasta la estación de Vitoria (27500 habitantes y 1730 pies). Esta industriosa ciudad es la capital de la provincia vasca de Alava y está dividida en parte vieja y nueva, o zona alta y baja. La primera, llamada el Campillo, o Villa Suso, en el lado norte, con sus murallas medievales, calles oscuras y tortuosas y curiosas mansiones antiguas, contrasta con la parte moderna del sur, dispuesta en avenidas rectas y plazas con arcos esbeltos.
La catedral de Santa María, al extremo norte de la ciudad vieja, data de 1150. Sus arcos góticos y sus galerias son elegantes, pero, desgraciadamente el coro obstruye la nave. En la capilla de Santiago hay varios sepulcros bien labrados y en la sacristia se encuentra una Piedad atribuida a Murillo. Esta iglesia fue elevada por Isabel II a la dignidad de catedral, en 1862, siendo sufragánea de Burgos.
San Miguel, en la unión de la parte vieja y nueva, fue erigida en el siglo XII y contiene un excelente retablo de madera tallada, imitando bronce, por Gregorio Henández.
San Pedro, fuera de la parte oeste de la ciudad alta, tiene una hermosa portada y algunos sepulcros interesantes.
La fachada clásica del Hospicio, que se encuentra también fuera de la parte vieja, al este, fue diseñada por el fraile capuchino Lorenzo Jordanes y bien merece una visita.
Al sur de la estación del ferrocarril se encuentra el inmenso monasterio de las Salesas, construido en 1880. Es colegiata y su fábrica sigue el estilo del siglo XIII.
El convento de la Concepción tiene dos retablos curiosos.
Vitoria tiene industria de gafas, coches, cerámica de barro, sillas y peines, y en ella se encuentra el Cuartel General del Comandante en jefe de las provincias vascongadas.
Paseos. La Plaza Nueva, con soportales, fue construida en 1791 de acuerdo con los planos de Justo Antonio de Olaguibel, según el modelo de la famosa y renombrada plaza de Salamanca. Destaca en la plaza alavesa la Casa Consistorial, con una hermosa escalera y portada. Los alrededores de la ciudad tienen abundancia de arboledas umbrosas, de las que las más importantes son La Florida y El Pardo.
La primera, situada entre el ferrocarril y la ciudad, está rodeada por hermosa barandilla de hierro y adornada con jardines, bancos y fuentes. Desde aquí, un paseo, llamado el Paseo de la Estación, lleva, bajo el ferrocarril, al barrio del Prado, sembrado de césped y bordeado por largas avenidas de castaños y álamos. En este lugar suelen reunirse, los domingos y días festivos, las clases populares vascas y ejecutan sus típicas danzas nacionales.
El nombre de Vitoria, deriva de Beturia, vocablo vasco que significa elevación, y tiene por armas un castillo sostenido por dos leones.
Ruta 34- Vitoria-Bilbao. Ferrocarril y carretera.
Cerca de Gamarra el rio Zadorra está cruzado por un puente de ocho arcos, en dirección a Villarreal de Alava (9 millas). Este pueblo, que está rodeado por montes y bosques de pinos, se encuentra emplazado en el centro de un distrito importante por el número de sus fuentes sulfurosas; la más conocida es la de Aramayona, unas 7 millas a la derecha.
Vitoria.-Hoteles:
Pallares, Plaza de Bilbao, 9
Larrea, Calle del Prado,7; ambos limpios; 30 reales al día.
Viuda de Peña, Plaza de Bilbao, 7; excelente y más barato.
Quintanilla, Calle de la Estación, 27; bueno
Cafés:
Suizo, Calle de la Estación; bueno.
De la Paz, Plaza Nueva.
Oficinas de Correos y Telégrafos:
Calle de la Estación, 6 y 39
Sacado del libro "Viajeros ingleses del siglo XIX" de Rosa Maria Sillaurren y Jose Miguel Santamaria, con recopilación de textos de Julio Cesar Santoyo. Biblioteca Alavesa "Luis de Ajuria" 1978.

sábado, 29 de junio de 2013

CAMBIO: PLANTA DE RESIDUOS

EN EL PORTAL DE ARRIAGA

EN AGOSTO 2014 ESTARÁ CON APARTAMENTOS EN ALQUILER DE TAMAÑO REDUCIDO
Fotos sacadas del Diario de Noticias de Alava del 17 de septiembre de 2012
La realidad ha sido la siguiente:

UN LUGAR PARA VIVIR


martes, 4 de junio de 2013

EL TENTENUBLO Y LAS CAMPANAS

Ha sido creencia generalizada de que el sonido o ultrasonido de las campanas, llamado entre nosotros "tentenublo" ahuyenta las tormentas y tempestades de granizo.
 Todavía en pueblos de Alava hasta fecha muy reciente ha sido el modo más común de conjurar las tempestades, conocemos los toques de muchos de ellos, destacando entre otros el de Orbiso, dividido en tres partes según la peligrosidad y la cercanía de la tormenta o nublada.
De modo similar se ha creído en muchas zonas del País Vasco que los toques de campanas de determinados santuarios o ermitas alejaban al Maligno o las brujas.
Además de en el contenido de las mismas oraciones del ritual de bendición y consagración de las campanas, se hace referencia a ello con los siguientes versos latinos, muchas veces escritos en las mismas campanas:
"Laudo Deum
plebem voco, congrego clerum,
defunctos ploro,
pestem fugo,
Festa decoro"
"Alabo a Dios,
llamo al pueblo, congrego al clero,
lloro los muertos,
hago huir la peste,
adorno las fiestas"
O también:
"Funera plango, fulmina fragno, sabbata pango,
excito lentos, dissipo ventos, paco cruentos"
"Lloro los muertos, rompo los rayos, cantó los sábados,
animo a los lentos, disipo los vientos, aplaco a los crueles"
En las inscripciones fundidas de las campanas también nos podemos apoyar para ello.
Así, comenzando por Vitoria, una campana de la Catedral Vieja nos dice: HUID ELEMENTOS EXTRAÑOS DE LA TEMPESTAD, LIBRADME, SEÑOR" (año 1862).
En Catadiano de Cuartango encontramos en otra:
"ECCE CRUCEM DOMINI, FUGITE ADVERSE, PARTES, VICIT LEO DE TRIBU IUDARADIX DAVID  ALLELUIA" (año 1614).
En la parroquia de San Pedro de Vitoria, hay otra de 1954 con esta misma jaculatoria.
Durante el tiempo de "tentenublo" salía el sacerdote al pórtico o lugar acostumbrado a conjurar las nubes hacia los cuatro puntos cardinales.
Para ello se servía de hisopo, cruz parroquial y ritual rono o más comunmente entre nosotros, del "Fasciculus Exorcismorum, Conjuriatiorum, oratiorum, ac benedictiorum contra procellas, ventos, locustas, etc." del Rev. Antonio Gascón, publicado en Pamplona en 1750.
La obligación era rigurosamente guardada por los párrocos y los encargados de las iglesias.
En caso contrario no faltaba la denuncia correspondiente. Así conocemos una denuncia en Ilárduya, del 13 de enero de 1866 en la que se le acusa al párroco ante el obispo de que..."el beneficiado de este pueblo de Ilárduya no cumple las funciones de conjuro como lo hacia anteriormente, desde el 13 de mayo hasta el catorce de septiembre inclusive, lo que antes solían hacer por la recepción de los diezmos, pues esta corporación le parece que está obligado a lo mismo, por cuanto este pueblo le satisface la cuota que tiene de asignación..." La orden del obispo cinco dias después fue tajante: ..."que conjure como ha sido costumbre y respecto a otras cosas no innove cosa alguna...".
En otros lugares también encontramos quejas similares, de la misma época, añadiendo a éstas otras como no hacer determinadas rogativas o procesiones como las de San Marcos.
Conocemos un caso de muerte por rayo, durante el conjuro en un pueblo de Cigoitia a comienzos del siglo pasado.
Lo cual nos confirma el fuerte convencimiento de los habitantes de estos lugares, del valor de determinadas acciones.
La costumbre de tocar las campanas era "de Cruz a Cruz" (3 de mayo a 14 de septiembre); era hacia el mediodía y al mismo tiempo era invitación para rezar contra los peligros que corrían las cosechas.
Al ritmo del repique se acomoda el conjuro con que los fieles suelen acompañarlo:
"Tente nublo, tente tú,
que Dios puede más que tú,
tente nublo, tente malo,
que Dios puede más que el Diablo,
tente nube, tente ahí,
y no caigas sobre mí".
Por la zona de Hijona, Gauna, Herenchun y Alegría creían las gentes que las tormentas "salían" de la sima o "silo" de Oquina, y de allí venía el "pedrisco", por ello aquel lugar era uno de los primeros en ser conjurados.
Es de notar que el comienzo del toque del "tentenublo" coincide con otros rituales como la colocación de las cruces de mayo o del pañuelo que tienen los mismos fines.
Texto sacado del artículo "Conjuros y tormentas" de Alberto González de Langarica aparecido en el folleto de fiestas de San Prudencio de la Diputación Foral de Alava de 1993.

miércoles, 13 de febrero de 2013

ESCALERA DE CARACOLA de LUIS ARTURO HERNÁNDEZ

Luis Arturo Hernández nació en Vitoria en 1958, Licenciado en Filología Hispánica, es profesor de Literatura.
Obtuvo el premio "Felipe Trigo" de Narrativa en 1999 con la novela: "El flamboyán, la esclava y el mambi", su primera obra publicada y que ha tenido una gran acogida.
Ejerce la crítica literaria desde La qunta columna de la revista virtual Luke y el comentario teatral en la revista Ñaque, siendo colaborador habitual de diversas publicaciones como Bitarte, Diálogos o Puerta Norte, entre otras.
Algunos de sus relatos han visto la luz en ediciones colectivas, como es el caso de "Y el lunes descansó" incluido en el libro "Gótico... pero exótico". (Artium 2002)
Escalera de caracola es una colección de parábolas acerca del devenir y los avatares humanos, abierta a lectores de cualquier edad y dispuesta en virtud de las sucesivas y laberínticas vueltas de una espiral hacia la madurez.
Escalonados en tres tramos, desde enl entresuelo al desván de nuestra vivienda interior, y mediante un sencillísimo entramado argumental, los diez relatos constituyen un juego de variaciones sobre temas universales del Hombre: Desde la tenacidad ante el destino a la rebeldia contra las servidumbres de la realidad, pasando por el don de la literatura, y de las artes, en general, de reinventar la vida.
Una serie de cuentos de linea clara y estilo ingenuista, con sutil ironía y fino lirismo, protagonizados por personajes, tan minimales como entrañables, que van dando cuerpo a diversas emociones del ser humano y conducirán al lector en su viaje por una escalera, en busca de un lugar en el mundo, tras la resonancia poética de la caracola.
Sacado del libro Escalera de Caracola de Luis Arturo Hernández Pérez de Landazabal de Arte Activo Ediciones, Colección MENHIR, Vitoria-Gasteiz 2004

martes, 12 de febrero de 2013